La oración es un tema bastante amplio, que muy difícilmente podemos abordar en un solo artículo. El tema en sí, es muy extenso y para abordar este tema, comenzaremos con nuestra comunicación entre seres humanos.

La comunicación, se inició desde que el ser humano comenzó a vivir en comunidad y es quien le ha permitido sobrevivir y evolucionar, protegiéndose unos a otros y a sus crías de los problemas que los aquejaban, para defender sus vidas y solucionar sus necesidades básicas de alimentación, abrigo y protección.

Los seres humanos fuimos creados para esta comunicación, es algo tan relevante y tan importante que no podemos pasar un momento sin que nuestra boca hable con algún amigo, familiar o conocido.

Esto lo encontramos escrito en la Biblia. Adán en el paraíso no se sentía bien estando solo y así se lo hizo saber a Dios quien le regaló una compañera con la cual compartir sus vivencias. Además le dio la orden de escoger nombres a los animales y plantas que había en el Edén, creándose así el primer lenguaje oral. (Génesis 2).

Se entiende por lenguaje a cualquier sistema de comunicación codificado, ya sean sonidos, (a través de la voz humana hablada o cantada o a través de instrumentos musicales), u otro tipo de señales, miradas, caricias, gestos con las manos, señales de humo etc. pero de ellos el que ha tenido mayor importancia y permanencia es el lenguaje estructurado. Este permite la expresión del pensamiento y la exteriorización de deseos, afectos, sensaciones etc. Es decir permite transmitir la información y su consecuencia directa es el aprendizaje.

Hasta aquí hemos visto la importancia de la comunicación y el lenguaje que se necesita para comunicarnos entre seres humanos, y te preguntarás, ¿y esto para que me sirve en la oración?, yo te contesto; bastante.

La oración del hijo de Dios.

Como hijos de un creador, necesitamos comunicarnos con el creador, en este caso, Dios.

Tomando todo lo anterior podemos entablar una comunicación perfecta con nuestro creador, solamente hablo del mensaje. Si como seres humanos pasamos mucho tiempo en el trabajo, escuela, casa, calle platicando con las personas, ¿por qué con nuestro creador no lo podemos hacer?

El peor pecado es la falta de oración. El pecado manifiesto… o las evidentes inconsistencias que a menudo nos sorprenden en los cristianos son los efectos de esto, o su castigo… No querer orar, entonces, es el pecado detrás del pecado.

Peter T. Forsyth.

La oración debe ser perseverante. “Les ruego”, escribió Pablo a los cristianos en Roma, “que se unan conmigo en esta lucha y que oren a Dios por mí” (Rom. 15:30). La oración es esfuerzo. Esto quiere decir que debemos seguir orando a través de los altibajos de los sentimientos.

No digas, ‘No puedo orar; no tengo el ánimo’. Ora hasta que tengas el ánimo.

Peter T. Forsyth.

La oración siempre es trabajo arduo y, a menudo, una agonía.

Algunas veces, incluso tenemos que luchar para orar. “Cuando vienen esas horas del día en las que deberíamos estar teniendo nuestro tiempo de oración con Dios, con frecuencia parece como si todo conspirara para impedirlo”. A menudo luchamos solo para concentrarnos cuando estamos orando. “Tus pensamientos se mueven entre Dios y las muchas diferentes obligaciones que te esperan”. Si bien Dios puede y concede tiempos de paz y tranquilidad, ningún cristiano supera la necesidad de luchar y perseverar en la oración.

Comenta lo siguiente, Tim Keller, en su libro «La Oración»

La oración es una conversación y un encuentro con Dios… Debemos conocer el asombro de alabar Su gloria, la intimidad de encontrar Su gracia y la lucha de pedir Su ayuda; todo esto nos lleva a conocer la realidad espiritual de Su presencia.

Tim Keller.

La oración no es una disciplina para que el creyente crezca en independencia de Dios. Todo lo contrario: es una disciplina para fortalecer al creyente en su dependencia del Señor.

En Romanos 8:26-27 encontramos la maravillosa verdad de la intercesión del Espíritu Santo para con los hijos de Dios. En este pasaje, Pablo habla acerca de la debilidad del creyente que no sabe qué orar. No sabe qué pedir, no sabe cómo entender la voluntad de Dios, no sabe por qué Dios permite esto o lo otro.

Cuando estamos en esta situación, el Espíritu Santo toma nuestro lugar y va al Padre representándonos y pidiéndole lo que nosotros necesitamos.

El Padre escudriña y sabe lo que hay en nuestro corazón, ese nuevo corazón que busca y anhela por gracia obedecer y glorificar a Dios. Cristo hizo todo lo necesario para que nos acerquemos ante Dios con confianza. El Espíritu Santo intercede para que el Señor haga con nosotros lo que es conforme a su santa voluntad.

¡Qué privilegio tan grande! Que Dios nos conceda su gracia para crecer en la disciplina del deleite de la oración.

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